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No Fastidies

BARDO THODOL

Como no me queda otra que leerme el libro de los muertos (egipcio), me propuse leerme el otro de mismo título, el tibetano. Me gustó pues soy medio mística, lo admito.
Viene a ser como una guía trotamundos o michelin en el más allá para que tu alma no se pierda en el camino. El alma tiene que alcanzar la iluminación y si no lo consigue la machacan como a un pulpo. Pero el alma no tiene que asustarse por las visiones que tenga puesto que es... como una pesadilla. No hay nada que temer, no tienes cuerpo, si temes o deseas, la cagas. Además da trucos y pistas para cuando los demonios te engañen en el momento de reencarnarte. Qué cachondos, el destino anda con tretas y engaños. Vaya caca.  Lo gracioso es que los demonios tampoco existen, los inventamos nosotros. Vamos que hay una transmigración forzosa de las almas y además es todo como un juego virtual en el que uno se lo come y se lo guisa todo. Madre míaaaaa sí que tenemos un cerebro complicado. Si parece Matrix. Nos ponemos trabas para la felicidad, ¿por qué nos programaron así? Además sí que podríamos aparecer en el cuerpo de un perro. Como no pueden hablar... Ahora ya sabéis porqué los muertos no vuelven a contar lo que pasa en el más allá. No están allá, están acá y medio desmemoriados porque se borra el disco duro. Je, je, je. Aunque ser águila molaría una barbaridad, viendo el mundo desde lo alto sin que otros bichos te toquen el pico. El infierno debe ser un hormiguero de termitas, digo yo. O Irak. A saber...

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