En el capítulo anterior
Enclave frenó bruscamente porque una cabra se le cruzó en la carretera. Días más tarde casi se murió de asco por un chicle ajeno pegado en el carro del supermercado. Esa misma mañana del chicle, minutos antes, le robaron la antena de radio del coche (sí, la que había sufrido un anterior cambiazo). Cinco señores mayores se quedaron embobados a su paso. No tuvo más remedio que admitir que la gente es mala, mala a rabiar, cuando se enteró de que un actor suicida irá al infierno por promover la homosexualidad en una película. No lloró por la muerte de “El Tomate” No vivió el carnaval... pero para lo aburrido que estuvo, tampoco le importó demasiado.
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